Para llegar desde Santiago Naltahua, que pertenece a Isla de Maipo, se aborda la autopista El Sol. Luego, en el desvío hacia Talagante (a la derecha) e Isla de Maipo (a la izquierda), es preciso seguir esta última ruta. Después de andar algunos kilómetros, al arribar al cruce del río Maipo, hay que cruzarlo por uno de los dos puentes que se despliegan sobre sus aguas.
¿Por qué dos puentes? Es la pregunta que todos se hacen.
El primero y más antiguo de ellos –que es el que se usa habitualmente- se terminó de construir en 1945. A través de él la zona de Naltahua sale de su aislamiento que sólo se interrumpía a través del transporte en lancha de una orilla a otra del río. Algunas embarcaciones también llevaban pasajeros y mercaderías desde un lugar que se conoce con el nombre de El Escorial hasta El Monte. Fue, en todo caso, este puente, el que abrió nuevos horizontes a la comunidad. Junto con romper la soledad de la zona de Naltahua, lo hace al mismo tiempo con El Rosario (donde hoy se encuentra la Viña Tarapacá) que formaba parte de la antigua hacienda de Naltahua.
Esta obra de ingeniería, que ha presenciado el desplazamiento continuo de la comunidad a lo largo de sesenta y tantos años, ha dado sobradas muestras de resistencia y su infraestructura reemplaza al nuevo puente cuando este último sufre los embates de los temporales y debe permanecer cerrado “por reparaciones”.
Al entregarse el nuevo puente, incluso, se presupuestaba echar abajo el antiguo. Menos mal que esto no ocurrió, porque en ese caso, la gente de Naltahua, en los momentos críticos, habría vuelto a estar aislada como en el pasado.
¿Por qué dos puentes? Es la pregunta que todos se hacen.
El primero y más antiguo de ellos –que es el que se usa habitualmente- se terminó de construir en 1945. A través de él la zona de Naltahua sale de su aislamiento que sólo se interrumpía a través del transporte en lancha de una orilla a otra del río. Algunas embarcaciones también llevaban pasajeros y mercaderías desde un lugar que se conoce con el nombre de El Escorial hasta El Monte. Fue, en todo caso, este puente, el que abrió nuevos horizontes a la comunidad. Junto con romper la soledad de la zona de Naltahua, lo hace al mismo tiempo con El Rosario (donde hoy se encuentra la Viña Tarapacá) que formaba parte de la antigua hacienda de Naltahua.
Esta obra de ingeniería, que ha presenciado el desplazamiento continuo de la comunidad a lo largo de sesenta y tantos años, ha dado sobradas muestras de resistencia y su infraestructura reemplaza al nuevo puente cuando este último sufre los embates de los temporales y debe permanecer cerrado “por reparaciones”.
Al entregarse el nuevo puente, incluso, se presupuestaba echar abajo el antiguo. Menos mal que esto no ocurrió, porque en ese caso, la gente de Naltahua, en los momentos críticos, habría vuelto a estar aislada como en el pasado.
Por Beatriz Berger
